viernes, 21 de agosto de 2009

A 38 años del golpe militar y de la “aguilita voladora”


Este viernes se recuerdan 38 años del inicio del golpe militar que dio Hugo Banzer Suárez (1926-2002), quien implementó su régimen de facto violento desde 1971 hasta 1978, apoyado por Falange Socialista Boliviana (FSB) y el Movimiento nacionalista Revolucionario (MNR).
La época que marcaría para siempre la historia boliviana y que cada 21 de agosto abre heridas dolorosas, es reflejado en esta jornada por el periódico estatal Cambio que dedica una separata a “los 38 años de la ignominia” por la memoria de los sacerdotes católicos que lucharon a favor de los pobres y una nota de opinión intitulada “aguilita voladora”, que recuerda a héroes bolivianos que resistieron a la dictadura, a través de los medios de comunicación.
El informe especial de 8 páginas, reporta el asesinato del padre Mauricio Lefebvre; publica una nota escrita por Gregorio Iriarte a un mes de ese crimen; rememora los actos violentos del golpe y la masacre en Santa Cruz contra quienes reaccionaron ante el golpe; muestra la posición de la Iglesia Católica contra el golpe; revela la vinculación de algunos sacerdotes fascistas con el régimen y concluye con una entrevista al embajador de Bolivia en México, Jorge Mansilla quien aseguraba el 2008 que el peligro golpista en Bolivia ya no era militar sino cívico.
En la nota de opinión de Cambio, se rememoran algunos pasajes que se realizaron desde los medios de comunicación para advertir y preparar la arremetida militar que ponía fin a las libertades civiles.
“Ese sábado sangriento, el pueblo resistía con lo que podía en las calles y cerros de La Paz. En Radio Illimani, la emisora del Estado (hoy Patria Nueva), algunos radialistas y periodistas denunciaban la traición y el advenimiento de la represión imperialista contra los que habían puesto de pie una Asamblea Popular y avizorado la revolución democrática”, señala la nota.
Indica que a las 4 y media de la tarde de ese fatídico día, el dirigente minero Waldo Tarqui llamó por teléfono a la Illimani para transmitir un encargo del dirigente obrero Juan Lechín: “dice que digan que Aguilita Voladora caerá al atardecer”.
“Los locutores enmudecieron, se miraron con extrañeza y uno de ellos, Juan Carlos Gallardo, musitó que ese pedido era una mierda porque aludía a los aviones de la FAB”, recuerda.
Más adelante, evoca que se había acordado no transmitir tamaño encargo y que de nueva cuenta, llamó Tarqui, dirigente de los mineros de San José, para repetir el sentido del mensaje. “Dile a don Juan que no diremos nada de eso”, le contestó “Chichi” Soliz, al tiempo que se consultaba al Palacio de Gobierno, distante sólo unos metros del local de la radio, en la calle Ayacucho.
“La tercera llamada fue de amenaza en la voz del dirigente de Colquiri, Raúl Abastoflor: “Dice don Juan que el pueblo está esperando que el mensaje sea dicho por radio y que si no lo dicen todos ustedes serán juzgados por traidores a la revolución”, describe y fue cuando se optó por difundir el disco Aguilita Voladora cantado por Los Caminantes, Palenque y Murillo. Una, tres, cinco veces seguidas.
“Ante la presión lechinista y la derrota popular cada vez más inminente –habían incontables muertos y heridos en calles y plazas–, el locutor Gonzalo Otero recitó el mensaje. Diez minutos después despegaron de El Alto dos aviones de combate que sobrevolaron la ciudad y al pasar por el Cerro Layckakota, una trinchera de la resistencia popular, se desató el alborozo y la aclamación de los combatientes que abandonaron sus casamatas y posiciones”, recuerda la nota.
Las avionetas ensayaron un raudo vuelo en redondo por la ciudad y al pasar de nuevo por Layckakota sorpresivamente vomitaron certeras ráfagas de fuego sobre los blancos descubiertos; muchos de los que allí murieron estaban cantando el Himno Nacional.
“El Torero había vendido cara, muy cara su lealtad y se ganó otro apodo: ´Tortilla´, por haberse dado vuelta en el aire, como después solía decir el combatiente Mario Arrieta”, confirma Cambio.
“A las siete de la tarde todo estaba perdido. Los tanques del Tarapacá (“ciempiés”) ocuparon la Plaza Murillo, los golpistas entraron al Palacio y empezó la amarga, sanguinaria e inolvidable era banzeriana, apoyada por movimientistas y falangistas en unión contranatura”, lamenta el escritor de la nota que firma con el pseudónimo de “Wálter Ego”.
Su descripción inmortaliza que “Otero, aquel locutor, murió en el exilio, a unos días de haber sido liberado de una cárcel en La Paz. Como él murieron centenares de antifascistas; 18 mil personas sufrieron destierro. Los verdugos y asesinos se van muriendo impunes, pero el olvido no puede domiciliarse definitivamente en la memoria popular”,
“Y aquel carnavalito vallegrandino sigue estremeciéndonos como hace 38 años: Aguilita voladora, que en tu pecho llevas hilo, dámelo para coser este corazón herido...”, concluye.

Gonzalo, estoy orgulloso de lo que hiciste y me congratulo de tener algo de vos en mi casa (tu hija y tus nietos), que siempre será el impulso poara seguir adelante en mi camino.

Gracias por tu lucha y por tu ejemplo.

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