jueves, 4 de septiembre de 2008

LOS PERIODISTAS


La generalización, la inferencia y la deducción es causa de muchas actitudes xenófobas, racistas y estereotipadas que se asientan en el lado emocional del individuo e inoculan en el ser colectivo un virus que aniquila la racionalidad, cualidad que nos diferencia de los animales. Eso pasó estos días entre el Presidente y los periodistas, o viene sucediendo desde hace tiempo.
Varios productores de información generalizan, infieren y deducen al fabricar sus noticias. El Presidente responde con la misma medicina y los ofensores se sienten ofendidos.
Para graficar veamos el caso de Humberto Vacaflor, quien en un artículo a flor de bronca en defensa del gremio de periodistas, dedujo a partir de pistas y palabras que el presidente es un sucio narcotraficante.
Utilizaré el mismo método de interpretación de Vacaflor para radiografiar su honor, no para juzgarlo, no tengo talla para eso, soy un simple periodista y con menos experiencia y galardones que él y ni siquiera soy agremiado a ninguna institución de prensa. La primera y única pista está en el libro Incestos y Blindajes del periodista e investigador Rafael Archondo (Pp 249, editorial Plural, 2003) y dice lo siguiente:
“La lista incluye una verdadera ola de recién llegados. Muchos de ellos eran militantes del MIR, o muy cercanos a los dos partidos gobernantes (ADN – MIR). Allí comienzan a escribir en “La Razón” el empresario Samuel Doria Medina (ex candidato a la Vicepresidencia por el MIR), el parlamentario Luis Gonzales Quintanilla (MIR), el periodista Humberto Vacaflor (muy cercano a Doria Medina), los miristas Julio Aliaga y Wálter Reyes Villa, el diputado y luego senador mirista Hugo Carvajal, etc. Para entonces, (José Luis) Lupo era considerado cercano al grupo más conservador del MIR”. Así grafica Archondo la invasión de miristas en el periódico La Razón para apoyar al gobierno del ex dictador Banzer desde ese matutino.
Con la misma lógica vacafloriana, quien “razonó” que Evo Morales es narcotraficante por ser cocalero y el Vicepresidente es raro por ser afeminado, y por tanto ambos son “sucios”, podemos empezar diciendo que el periodista de marras es mirista o al menos fue mirista de corazón por ser muy cercano a Doria Medina.
Como fue mirista, fue o es un narcovinculado porque el Jefe de ese partido, Jaime Paz Zamora, fue acusado de ser jefe del cártel del MIR por quien luego fue su aliado, Gonzalo Sánchez de Lozada (2002-2003). Vacaflor fue mínimamente parte de esa red (si aún no lo sigue siendo) de personas “sucias” que encamaron el poder político con el narcotráfico porque uno de sus amigos miristas, Oscar Eid Franco, fue encarcelado precisamente por la justicia antidroga por el delito de encubrimiento. Y si fue “muy cercano a ese cártel” ha tenido que conocer al inefable “Oso” Chavarría, quien se murió con todo el secreto, pero quedó en la memoria del país como el financiador de las millonarias campañas del MIR con dineros de la venta de la pasta base de cocaína.
Sigamos con el método de la infamia, como muy cercano a Doria Medina, cuando éste era propietario del desaparecido periódico Hoy, Vacaflor fue cómplice de la censura que impuso la dirección de ese medio, encabezada por José Luis Lupo (ex mirista y adenista) para evitar que se publique por un tiempo el escándalo de los narcovínculos.
Queda probada que la deducción, la inferencia y la generalización no son buenos métodos porque conducen a conclusiones equivocadas como en el caso de Vacaflor, pues, son producto de razonamientos que caminan sobre el sendero de la imaginación y la calumnia y el periodismo no convive con ésta, sino con la realidad. ¿Seguimos? Hasta el momento quizás dije de lo que no es que es y de lo que es que no es. Tal vez es más mentira que verdad o más verdad que mentira. Mejor la paramos, no vale la pena reproducir los malos ejemplos porque de otro modo clonaremos a racistas, intolerantes, mentirosos, calumniadores, delincuentes, etc.
Y no es que Vacaflor ya no pueda decir nada. Es que no puede presentar lo que él considera como “verdades” con argumentos basados en estereotipos, máxime con los méritos periodísticos que se arroga. Y no puede hablar de los hijos del presidente o del afeminamiento del vicepresidente metiendo estos hechos para descalificar una actuación política, desde mi punto de vista condenable. Eso es vulnerar los derechos de los niños y también denota discriminación en otro ámbito.
Seguro que varios periodistas, particularmente aquellos que se sintieron aludidos con la suciedad, seguirán festejando el valor de Vacaflor de buscar la prueba en falacias, pero ese mismo grupo estará maldiciendo al Presidente por utilizar el mismo método de su periodista héroe y llegar a la síntesis de que la prensa es “sucia” y “vendida”. En ambos casos, el lenguaje es de calumnia, infamia e injuria.
No es ético medir con varas diferentes un mismo “dicho”. Los gremios de periodistas y propietarios de medios, como la ANP, gritan su indignación porque el presidente usa la generalización para “ensuciar” a toda la prensa, pero guardan un silencio indignante cuando sus afiliados violan sus propios códigos de ética.
Dos comunicadoras españolas, Luisa Santa María y María Casals, dicen que “la generalización en el mundo de las opiniones es la puerta abierta para todas las demagogias posibles, por supuesto, para la construcción de grandes mentiras que invalidan cualquier intento de diálogo entre dos o más personas”.
El Presidente -sin que por eso se justifique para nada lo que dijo- recurrió a las mismas armas de algunos periodistas y propietarios de medios, pero éstos se enojaron a tal grado del paroxismo. ¿Por qué es mala la generalización del Presidente y por qué nunca cuestionaron la generalización de los medios? No dijeron nada cuando leían titulares del siguiente calibre: “Los cruceños no reciben al Presidente”. Falso, era el comité cívico y un grupo que lo apoya, además un 40% de cruceños votó para ratificar al Presidente. “Para medio país contra Evo”. Falso, los paros no fueron totales, y su fuerza, impuesta a palos, estuvo centrada en las ciudades. “Riberalta ataca un avión venezolano”. Falso, fueron 100 personas. Como amor con amor se paga, el presidente decidió pagar generalización con generalización. Quien siembra mentiras, cosecha mentiras.
No vale la pena seguir generalizando, pero varios periodistas violan de forma permanente sus códigos de ética, que en varios de sus artículo les pide ser servidores de la verdad y precisos como un reloj suizo en el uso de las palabras y los titulares a la hora de describir hechos.
Pienso que los periodistas no han cambiado mucho, siguen haciendo el trabajo que hacían durante años, cubriendo a los mismos actores que se regodean en las plazas de poder, lo que pasa es que la nueva realidad y los nuevos actores políticos han descubierto sus deficiencias y sus prejuicios. A esto se suma la rebelión de las masas, cuyos componentes ya no se tragan las realidades fabricadas en las oficinas de algunos propietarios y son difundidas por las pantallas de televisión, ondas de radio y páginas de periódicos. Ahora exigen lo que en derecho les corresponde: la verdad.
Los públicos exigen un nuevo papel de los periodistas, pues se cansaron de los periodistas de papel, conformado por ese rebaño que hace grandes titulares a partir de los comunicados que les llegan en papel membretado desde las oficinas de los comités cívicos, las prefecturas o el Palacio de Gobierno; quieren ser visibilizados, reclaman su derecho a ser escuchados, quieren equilibrio entre las kilométricas palabras de los dirigentes políticos y cívicos y sus ideas nacidas a partir de sus necesidades vitales de sobrevivencia. La historia demanda periodistas que dejen los palacios y las sedes lujosas de cívicos o dirigentes sindicales y visiten la realidad, la vida cotidiana de las personas que viven en Bolivia.
¿Qué hacer? Urge pluralizar los medios. Es muy tóxico que haya un pensamiento único en las redacciones o equipos de prensa. Si somos plurales en nuestra casa seremos plurales en la cobertura de fuentes. El periodismo es suma de talentos y producto de intensos debates entre periodistas con visiones diferentes sobre una misma realidad, hasta cuajar en un hecho preciso y contundente. Pero, si los periodistas estamos obligados a pensar como el ocasional Jefe de Redacción, el Director o el propietario de medio corremos el riesgo de convertir el periodismo en propaganda; es más, se habrá perdido la moral para exigir pluralismo a las autoridades y habremos reproducido una sociedad autoritaria.
A propósito de este tema, un director de periódico le cambio de cargo y amenazo con despedir a una periodista nomás porque parecía masista. “Y parecía masista nomás porque vivía en El Alto”. Desde ese fatídico día esa periodista vive con la voz embargada y temerosa de expresar sus ideas. ¿Dónde quedó la libertad de expresión? ¿Es ético defender la libertad de expresión si la violamos en una sala de redacción de forma impune y aprovechando un cargo o una condición? La libertad empieza en casa.
Por esta razón, los periodistas deben recuperar y ejercer su libertad de expresión en la construcción de las agendas, en los espacios de opinión de los medios y materializar la columna sindical vigente desde el gobierno de Ovando.
Esto no significa que don Evo Morales deba quedar impune, “Los” periodistas debemos pedir mínimamente que identifique a los “periodistas sucios y vendidos” e instaurar un proceso contra el fascismo de las palabras del poder por ser un ataque injurioso y una vil infamia cometida por una persona que se escuda en su condición de Excelencia. Nosotros pelearemos con lo único que tenemos: el poder de nuestras palabras y nuestra ética para no caer en las aguas sucias del periodismo: la calumnia.
Pero también debemos descubrir y exponerlos a aquellos periodistas que contaminan el periodismo, de quienes Nietszche se burlaba porque los consideraba seres miserables que se ocupan de las aguas sucias de la vida. Muchos de ellos son sucios y sólo tienen poder cuando están en rebaño, aglutinados en una institución, pero, solos son tan indefensos y pobres de conocimiento y espíritu que fácilmente caen ante los designios del patrón dólar.


Por Andrés Gómez

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