Pero de la mano de Dios, llegaron esos ojos sorprendidos por el Illimani de mi hermana, sus cinco hijos, su esposo y Elsa, su nana. Los divisé desde el cruce a Viacha. Yo con miedo de que se perdieran por algún caminito del altiplano, me subí hasta allá para acompañarlos cuando traspasen el gentío de La Ceja.
Y de pronto, mi casa se inundó de "pelayos" en el el hogar de los Melendres (Por cierto, el nombre de mi calle es Menéndez y Pelayo), que junto a mi Nata y Chalo, ya eran siete pequeños muy alegres.
Tenía la idea de que la pasaría, como el año pasado (Sussy, Natalia, Chalo, Daniela y yo), pero no. La Divina me hizo la gracia y me envió a todos esos seres tan queridos para estar junto a mí y mi familia. Jamás olvidaré los cánticos de mis sobrinos, de los "elderes" (la familia de mi hermana es mormona), que me hicieron pasar momentos muy felices. Y es que las sospresas como esas, te dejan un saborcito especial, que nunca dejas de saborear. Fue una linda velada navideña y le agradezco profundamente a mi hermana, Ñeca, por el regalo que me dio: la compañía con su familia.
Como toda sorpresa, nunca las cosas quedan completas y creo que me faltó regalrle más de mi tiempo; y a ellos, quedarse un poco más.
Pero queda todo el 2008 para recompesárselos.
Gracias Ñeca, Benito, Lua, Leo, Lía, Né, Brisa y Elsa.
Que tengan un buen año 2008!
No hay comentarios:
Publicar un comentario