Guitarreábamos, nos reuníamos con otros amigos, ajenos hasta entonces para mí, bebíamos. Escuhábamos mucha música sobre todo.
Un día de esos (recién) nos pusimos a escuchar un cassette con la grabación de uno de sus amigos que nunca conocí personalmente. Se trataba de un paceño que, a su manera y como no tenía ganas de escribir, le contaba a este mi amigo en una cinta magnetofónica, sobre sus aventuras amorosas, familiares, farras, amaneceres y música cantada y sonada. Y los acontecidos sentimientos perseguidores del día de la la juma.
Entre historia e historia, grababa un par de canciones, las que él escuchaba y las que compartían con este amigo.
Una música magistral que empezaba a nacer recién para mí y en mí, pese a que ya mi suegro en vida, había apoyado a difundir. Quizás por ese detalle que ahora los grandes músicos lo recuerdan, es que también pagó con su vida el atrevimiento de hacer pensar a las personas desde el rincón de su programa radial.
El Canelazo, La Niña de Guatemala, Mientras estés ausente, Paloma, por qué estás triste, yo te nombro, el cantar tiene sentido, punto y raya, sonaban en mi radiograbador. Primero interesado en las histotrias del paceño y su forma de contar. Luego entusiasmado en demasía por el poema de las canciones y el dulce cantar de palomos. Más tarde (juro que no sé por qué) me di cuenta que me quedé con la cinta. Hace un año, que viajé por tierra, mi única compañera era mi grabadora reportera y tres cassettes que saqué de mi escritorio sin mayor interés ni conocimiento.
Allí estaba el paceñito, contando todavía sus aventuras. Y por supuesto, las canciones que por ese tiempo, ya conocía lo suficiente como para admirar al grupo.
Todo eso me pasó por la cabeza la noche del 17 de diciembre en el Círculo de Oficiales del Ejército (COE) de La Paz cuando, después de muchos años, Savia Nueva se presentó al vivo.Casi no fui. Pero qué gran noche musical. Se olvidó el mal sonido, el nerviosismo latente de Jaime, el empute de César por los micrófonos y el temblor del nuevo integrante, David, pisando por primera vez el escenario al lado de dos grandes como los Junaro.
Y quedó, por su puesto, la saliva, la libertad y las palomas de las canciones de Savia Nueva y seguirán todavía rondando mi cabeza. Las lágrimas no aguantaron su peso de mis ojos y la de muchos ahí presentes que también volvieron a soñar otra vez.
De seguro que como yo, la Dama y Sergio y los no ausentes del concierto, deben estar profundamente agradecidos de volver a ver y escuchar a este gran grupo boliviano.
Gracias por tu retorno SAVIA NUEVA
1 comentario:
Genial.
Ya a la dama la estaba odiando de puritita envidia.
Ahora, este envidioso odio, va a tener que crecer para alcanzarte a ti también, jé!
Nos veremos pues...
ésta semana, sin falta.
Abrazo añonuevero!
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