jueves, 9 de julio de 2009

De Miami a Chonchocoro


Eran las 06.10 en el reloj del aeropuerto internacional de El Alto cuando arribó el vuelo regular 622 de American Airlines procedente de Miami (Estados Unidos) transportando al deportado ex ministro del Interior de la dictadura militar de 1981-1982, Luis Arce Gómez.

Tras su primer avistamiento, luego de bajar del avión, su rostro barbado y su cuerpo casi encogido, confirmaban que era un hombre de 71 años de edad. La silla de ruedas que lo transportó de la aeronave a la patrulla policial, reducían su estado físico. Los galenos diagnosticaron minutos más tarde, que no necesitaba de un cuidado especial a su ingreso a La Paz. Eran las 06.55.

A las 19.00, el personal médico y de migración de EEUU que acompañó a Arce Gómez desde Estados Unidos, lo entrega al juez 3ro. de Ejecución en lo Penal, José Ayaviri Siles quien hizo conocer, en audiencia pública, el mandamiento de ejecución de condena por 30 años, que entregó al Régimen Penitenciario de Chonchocoro.

Inmediatamente fue trasladado a la ambulancia que, por seguridad médica, fue su transportador desde el aeropuerto, directamente y sin escala, a la Cárcel de Máxima Seguridad de Chonchocoro. Fueron 17 kilómetros que el denominado “ministro de la Cocaína” gozo de alguna libertad, sin ver cuatro paredes a su alrededor, las que vio en Estados Unidos por su condena por delito de narcotráfico.

A su paso, el condenado en Bolivia, a 30 años de prisión, pudo apreciar a su alrededor, el gran operativo policial que se había montado horas antes en toda la vía, esperando su llegada a Bolivia. Tampoco le fueron indiferentes las luces y flashes que descargaban a lo lejos, los periodistas que acompañaron la caravana de vehículos que custodiaron al ex reo 41663-004 de la Federal Correctional Institution Coleman Low de Florida, EEUU, donde se lo conoció por cerca de 20 años, como “un hombre enfermo y muy solitario”.

Pasaban las 07.35 cuando ingresa al penal de máxima seguridad, que a esa hora de la mañana, soportaba un frío de dos grados centígrados bajo cero. Por esa misma puerta metálica, había cruzado hace unos 16 años atrás, su cómplice Luis García Mesa, quien accedió a la presidencia de Bolivia, a través de un golpe militar contra la entonces presidenta Lidia Gueiler Tejada. Su corta estadía en el poder, dejó una centena de muertos y otros tantos desaparecidos. Ahora vivirá muy cerca de su celda.

Se creyó primero que iba a ser presentado a la prensa, en una conferencia de prensa que lo iba a encabezar el ministro de Gobierno Alfredo Rada, en el comedor de Chonchocoro. Minutos después, corrigen el error y Arce Gómez es llevado en su silla de ruedas, a la Sala de Filiación de Reos, donde se le toma nota de sus datos geográficos y de sus huellas digitales.

A pocos metros de allí, se alcanzaba a escuchar los gritos de gente movilizada y con pancartas, que llegó hasta el penal a gritar consignas contra el detenido y a favor de su condena.

“Genocida y golpistas a la cárcel”, “Nunca perdimos la memoria”, “¿Tienes tu testamento bajo el brazo?”, “Ni perdón ni olvido, Arce Gómez Asesino”, “Hoy Arce Gómez, mañana llega Goni”, se leían en los carteles hechos a la rápida y con pintura roja.

“Finalmente este hombre tuvo que pagar su sentencia. Queremos que ahora nos diga dónde están los restos de nuestro Marcelo Quiroga y de los demás desaparecidos”, gritó Juan Carlos Palacios que dijo pertenecer a la Agrupación de jóvenes Bolivia por el Cambio.

En Afiliación, daban las 07.48 cuando miembros de la Policía tomaron rumbo hacia Régimen Cerrado del penal. La puerta es pequeña y no puede entrar la silla de ruedas.

“Puedo pararme”, es lo único que se alcanza a escuchar de su voz y que se expresa en su ya resignado rostro. Se levanta e ingresa a pie al primer pabellón de detenidos preventivos donde permanecerá hasta que le lean su sentencia completa ante un juzgado.

Detrás de él se cierra la puerta y ya no se lo vuelve a ver. El dispositivo policial en torno al ex ministro del interior de facto, ha terminado. Empieza a cumplir su condena.

El ministro Alfredo Rada no puede esperar a estar solo sin que nadie lo vea en la intimidad de su despacho personal y se le escapan lágrimas emotivas y suelta una voz resquebrajada en plena conferencia de prensa, al pronunciar el nombre de Luis Espinal y pedir por el cuerpo de Marcelo Quiroga los desaparecidos.